lunes, 22 de agosto de 2011

Como en una película


Desde aquel banco en el parque todo parece diferente. A lo lejos, una pareja de ancianos pasea cogidos de la mano como si aquella vez fuese la primera vez que tuvieran una cita. No puedo dejar de sentir cierta envidia por ellos y, rápidamente, comienzo a imaginarme cómo será su vida: viven  en una casita en mitad del campo. Él se dedica a cuidar de su esposa y se encarga del pequeño huerto que tienen en la parte trasera de la parcela. Ella se levanta muy temprano, hace la comida y cuida de las flores que rodean con encanto aquella casita que comparten.
Han de tener, por lo menos 15 nietos, a los que miman y consienten a partes iguales. Las Navidades en esa casa son una locura, aunque a ellos les encanta compartir momentos con todos los suyos.

De repente, me sorprendo pensando que, hoy en día, es una suerte que sigan quedando parejas así. Que después de tanto tiempo se sigan mirando de esa forma tan dulce  es, sin duda, algo excepcional.

Cerca de mí, puedo escuchar la risa de un niño mientras su padre le  hace cosquillas. El mayor milagro que tiene la vida, es la capacidad que nos da de poder crearla. Y no me refiero sólo a la de aquel niño, que me llama la atención por esos ojos tan abiertos que tiene, dando la sensación de que no quiere perderse ni un minuto lo que está sucediendo a su alrededor, sino por todo lo que somos capaces de crear. Su padre le mira con amor, como si aquello fuese el mayor regalo que podría haber recibido. Y pienso que es extraño que hoy en día, sea un padre y no una madre, la que comparta ese momento con aquella personita de ojos absortos.

Mientras contemplo aquella estampa, una chica juega a tirarle una pelotita a su perro. Es un West Highland realmente bonito. Me encantan esos perros, con sus orejitas tan pequeñas, ese rabito tan gracioso y unos ojos ocultos tras un leve flequillo. Cada vez que le lleva la pelota a su dueña, suelta ligeros ladridos pidiendo que vuelva a lanzarla otra vez y hace un sprint hasta que vuelve a atraparla con sus dientecillos.

Y yo…yo sólo consigo ver las cosas como si sucedieran a través de una película. Como si sólo fuese una mera espectadora. Y no dejo de darme cuenta de que, mientras estoy sentada en aquel banco, alguien construye para mí una escena desde su lado del parque.


3 comentarios:

  1. Muchas gracias por visitarme t dejarme un comentario :) ¡Me encanta cómo escribes!

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  2. Yo hago lo mismo cuando voy por la calle, y tengo la misma sensación: espectadora. ¿Qué imaginarán los demás de mi? ¿Sospecharán que me estoy imaginando como serán sus vidas? :) buen relato!!!!!

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  3. jejeje la verdad es que fué un vómito de palabras ;) para "descargar la mochila". Un beso ^^

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