martes, 4 de septiembre de 2012

M.


Y no me doy cuenta, hasta que regreso, de cuánto echo de menos el aire viciado y contaminado de la capital. El ruido de sus coches las 24 horas del día, el metro lleno en horas puntas, las tiendas que cada vez cierran menos y siempre están al alcance de tu mano. Las calles en las que te puedes perder, sitios donde encontrarte.

Y no es hasta que llego aquí, cuando me doy cuenta de cuánto necesito vivir en un piso de alquiler (normalmente caro en comparación a la calidad), de alquiler pero MÍO, al fin y al cabo. Necesidad de caminar y observar, y aprender todos los días algo que puede servir de algo o no, pero que ahí está.

Pero cómo te quiero, Madrid...




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