Digamos que estoy harta de ser la chica comprensiva. A la
que todo asiente. La que escucha o lee detrás de una pantalla sin que haya un
resquicio de preocupación por parte de la otra persona en mi ser.
Porque a lo mejor otra lo pasaría por alto, pero yo no.
Estoy harta de ser la persona servicial dispuesta siempre a
todo a cambio de nada. Así es como se supone que debe ser: dar todo a cambio de
nada por aquellos que te importan. Pero y qué. Lo que nadie te dice es que
llega un punto en el que todo eso te satura, y en el que ya no eres capaz de
darlo todo sin que tu mente espere algo, algo mínimo si me apuras, a cambio.
Estoy cansada de esas personas que sólo se centran en ellas.
Que sólo cuentan cosas de su vida, relacionados con ellos: lo que hacen, lo que
dejan de hacer, el por qué de esto y de lo otro. Y se supone que yo estoy
entrenada para escuchar. Pero no sabéis lo que termina agotando eso… sobre todo
si siempre escuchas a las mismas personas contarte cosas una y otra vez.
A veces me descubro pensando que me importa una mierda lo
que me están contando. O que, sin darme cuenta, estoy pensando en otra cosa y
no me he enterado de nada. Eso últimamente me pasa bastante a menudo.
Pero me da igual.
Ya todo me da igual.
Lo único que siento de mi es que se caen los pedazos que con
tanto esfuerzo he ido construyendo estos años. Que en realidad, nada de lo que
soy es de verdad… son simplemente fragmentos de lo que fui y de lo que me
gustaría ser. Pero nada más.
Ya no hay nada. Estoy vacía.