sábado, 16 de julio de 2011

Quién sabe qué.



Y es que lo sé. Me quema esta cobardía. Nos quema mi cobardía.


Pero nada se puede hacer cuando dos destinos se separan, para, irremediablemente, no volverse a encontrar jamás. Quizá ni siquiera fue culpa nuestra. A lo mejor fue simplemente que nos sobrepasó la situación. Tal vez uno de los dos pecó de inocencia, egoísmo o quién sabe a estas alturas.


Quién iba a decir que todo sería cuestión de minutos. De segundos. De unas palabras aderezadas con miradas vacías, que no decían nada, que ya no eran, que no nos dejaban ser. Que las gastamos por el camino, aquel que recorrimos de la mano pero a cientos de kilómetros. Aquellas miradas que ya no se encontraban cuando sentíamos frío, que lo único que hacían eran esquivarse para ocultar la realidad.


Lamentablemente (o no), todo se acaba. Suponiendo que alguna vez haya terminado realmente. A día de hoy sigo sin estar segura de nada. Me acerco y me alejo. Me escondo y me descubro. Me crezco y me empequeñezco con la misma facilidad con la que tú me robabas besos.


Y a fin de cuentas qué mas da, si aquí la cobarde sigo siendo yo...

1 comentario:

  1. No se trata de cobardías amiga...cuando el fulgor de la pasión se deshace como la nieve sobre las dunas del desierto...y refulge por un instante con el brillo de lo que sucedió y no volverá a ser igual de nuevo. Simplemente, porque ya no habrá la misma luz, ni la misma mirada de deseo...ni aquella complicidad que os acercó...ni las manos ansiosas, ni el gesto tembloroso. Mejor empezar algo nuevo, descubrir desde el principio, ir derribando muros...crecer intimidades, alumbrarnos en lo que realmente nos deslumbre...y amar con pasión
    y sin miedo al porvenir, amar flagrantemente cada momento, cada instante derramado...y si dura bien..y si se acaba...pues volver a empezar una y mil veces más...para vivir amando que es la única manera de vivir intensamente.

    Besos grandes))

    ResponderEliminar