Estoy harta de la amistad altruista, y lo digo así, sin que
me tiemblen las pestañas ni un poquito.
Yo soy de las personas que se entregan sin más, aunque acabe
de conocer a alguien y piense que puede aportarme algo especial. O si esa
persona me hace sentir cosas positivas. No miro nada más y me entrego, lo doy
todo de mí, hasta el punto de agotar mis recursos por ellos.
Pero me he dado cuenta de que ya llevo demasiada carga a mi
espalda como para seguir alimentando amistades en las que la única parte de la
relación que se sacrifica soy yo. Lo siento, pero no puedo soportar más tiempo
esa carga. Ni tampoco quiero, porque me he dado cuenta de que hay personas en mi vida que se merecen más mi
atención que otras. Que aquellas que no hacen nada por devolverme ni un ápice
de lo que yo les doy.
Es cierto que siempre he pensado que hay que dar sin pensar
en lo que vas a recibir. Sí, estoy de acuerdo con esa frase. Pero todo tiene
sus límites.
¿Y cómo he llegado a esta conclusión?
Gracias a dos personas que durante un tiempo han tenido casi
todo lo que han necesitado de mí, pero o no han sabido o no han querido
aprovecharlo. Tampoco agradecerlo. Ni siquiera demostrar que yo era
medianamente importante en sus vidas. Ni siquiera cuando a una de ellas le he
recordado que me molesta su actitud y su única respuesta ha sido un: “lo siento”.
Ni siquiera un: “te prometo que voy a
intentar cambia, o arreglar la situación, porque me importas”.
Pues muy bien. Así es la vida, ¿no?. Simplemente os deseo que
os vaya bonito. Sin mí.