martes, 31 de enero de 2012

Me he acordado de ti y....


Hoy mientras estaba muriéndome del frío en la cama me he acordado de ti, y de repente mi mente ha viajado a cualquier día del año 2009. Por ejemplo a ese en el que te esperé en el piso donde vivía por aquel entonces lleno de velas encendidas: en el salón, en el baño, en la cocina, en la habitación… no había rincón de aquella casa que no quedase iluminado por una llama.

Lo había preparado todo con sumo cuidado: había limpiado, recogido y ordenado la casa – aún sabiendo que ese orden sólo sería momentáneo, porque cuando estábamos juntos se nos desordenaban hasta las ideas de tanta pasión - , había escogido con sumo cuidado la lencería que sería objeto de tu deseo aquella noche: negra, como a ti te gustaba. Sensual. Picante. Excitante.
Incluso las sábanas recién cambiadas parecían saber que aquella noche iba a pasar algo especial.

Cuando llegaste, sin reparar en lo que había detrás de la puerta, me saludaste con un beso torpe diciéndome que no te había dado tiempo a ducharte y que si te dejaba pasar al cuarto de baño antes de nada. Sabías que me volvía loca verte recién salido de la ducha, con el pelo mojado, con la toalla rodeada en tu cintura mientras las gotas de agua todavía recorrían los lunares de tu espalda.

De repente, cuando viste todo aquello se te heló la sangre. Me miraste. Nos miramos.

No pudimos aguantar ni un segundo más sin abalanzarnos el uno sobre la boca del otro. De repente todo estorbaba: las sillas de madera de la cocina, los cojines naranjas del sofá, la ropa…  Por supuesto que estorbaba la ropa. Y así, dejando un rastro de prendas tras nosotros de repente paraste de besarme. Paraste de besarme únicamente para contemplar aquel conjunto que yo había elegido para ti. Y vi tanto deseo en tus ojos que por un momento me asusté, aunque, me duró tan poco tiempo como lo que tardaste en quitarme lo que me quedaba de ropa con los ojos.

De repente noté el agua cayendo sobre mí, sobre nosotros, mientras tú me abrazabas y te perdías en mi interior una y otra vez, haciéndome sentir más mujer cada vez que sentía tu respiración entrecortada al filo de mi oído, mientras mis manos torpes se enredaban en tu cadera atrayéndote hacia mí, como si todo aquello no fuera suficiente. El ruido del agua amortiguaba nuestros gemidos, las palabras de deseo que brotaban de nuestra boca sin poderse contener. Y, por fin, después de haber perdido la cuenta del tiempo que llevábamos allí dentro, sentí que se me dormían las piernas, hasta podía notar el hormigueo de los dedos de los pies, anunciándome que el orgasmo estaba a punto de llegar. Así te lo hice saber, casi en un susurro, a la vez que cerraba mis ojos con fuerza, dejándome mecer por el vaivén de nuestros cuerpos hasta que llegó. Y explotó. Y te inundó. Y ahogamos nuestros cuerpos con el placer de ese momento.

Y cuando creía haber llegado al mejor momento…. Empezó a sonar una música de fondo. La conocía, era una de mis canciones favoritas: La Valse d’Amelie Piano. Y fui consciente de la realidad.

Era el puto despertador. Hora de levantarse.


sábado, 28 de enero de 2012

Esto es todo.


Esto que me crece dentro del estómago y me sube hasta la garganta es la rabia, el necesitarte sin ser cierto, el querer tener un poco de ti que está prohibido, el echarte de menos sin ni siquiera haberte tenido, sin saber si es real, sin saber si es algo “de verdad”. La rabia de pensar que no quiero jugar más, que me he cansado de apostar y de perder mil veces… o de llevarme un premio que no me corresponde.

Esto es la soledad de despertarme en medio de una oscuridad infinita y  que lo único que haga falta sea una palabra, un aliento, un susurro, un grito. Tuyo o mío, eso da igual. Pero algo que me devuelva a la realidad, al aquí y ahora. A este momento que estoy viviendo que no parece mío.

Esto es el vacío que siento cuando me levanto por las mañanas y pienso que no hay nada por lo que merezca la pena luchar. Luchar de verdad. Hay cosas por las que esforzarse, pero ninguna por las que luchar sea tan necesario como respirar, como necesitar beber agua cuando te quema la garganta de la sed.

Esto es la sensación de que las cosas pueden cambiar, pero, ¿cuándo?. Porque a veces te juro que escucho cada tic-tac de la manecilla del reloj y no parece que el tiempo vaya a ir más deprisa, ni las cosas a mejor.

¿En qué punto exacto dejamos de ser quien queremos ser para pasar a ser lo que creemos ser?

Esto son las lágrimas de plasmar todo lo que siento en un papel. El leer la desesperación hecha palabras. El llorar durante horas sin que se me sequen los ojos, aunque yo espere lo contrario. El dolor escrito en tinta negra.

Hasta aquí he llegado.


lunes, 23 de enero de 2012

Para reflexionar II


[....] 

Estaba en la playa con su padre, y él pidió que probara si la temperatura del agua era buena. Ella tenía cinco años y se entusiasmó de poder ayudar; fue hasta la orilla y se mojó los pies.

- Metí los pies, está fría- le dijo.

El padre la cogió en brazos, fue con ella hasta la orilla del mar y sin ningún aviso la tiró dentro del agua. Ella se asustó, pero después se divirtió con la broma.

- ¿Cómo está el agua?- preguntó el padre.
-Está buena- respondió ella.
- Entonces, de aquí en adelante, cuando quieras saber alguna cosa, zambúllete en ella.

*Fragmento del libro Brida, de Paulo Coelho



jueves, 19 de enero de 2012

La metáfora de las estrellas

Nadie me va a negar que las estrellas fugaces son preciosas… ¿pero quién se atrevería a elegiruna con el poco tiempo que están ante nuestros ojos? Nos hipnotizan durante unos segundos, los justos para pedir (inocentes de nosotros) un deseo y se esfuman.

Yo siempre he preferido las estrellas normales, esos pequeños puntos de luz que van apareciendo cuando las demás luces se apagan. ¿Quién quiere una estrella fugaz pudiendo tenerlas a ellas? Siempre están ahí, aunque tú no las veas, siempre están. Basta con levantar los ojos cuando  la oscuridad te rodee para que, al menos una, te salude con ese parpadeo brillante.

 Y si una noche no puedes verlas, no pasa nada, tienes la certeza de que al día van a seguir allí, esperando, esperándote a ti, a que las mires… a que te des cuenta de que, de una forma o de otra, siempre, siempre, siempre están allí. Contigo. Justo encima de tu cabeza.



miércoles, 18 de enero de 2012

Algo sobre mí


Siempre he sido una persona enamoradiza, y cuando lo pensaba fríamente llegaba a la conclusión de que eso no podía ser bueno. Hay días que me enamoro 3 y 4 veces de chicos que ni siquiera conozco… pero es lo que tiene que el corazón vaya mucho más deprisa que la razón, supongo.

Cuando me cruzo por la calle con una persona que me atrae, inmediatamente pasan por delante de mis ojos todos los momentos que podría vivir con esa persona, lo felices que podríamos ser si alguno de los dos diese el paso de decirle algo al otro. Aunque en este caso el paso lo tendría que dar yo, claro, la otra persona ni siquiera tiene en mente que yo pueda estar viviendo todas esas cosas con él sin ni siquiera saber cómo se llama.

Esto también se extiende al universo “internet”.

De vez en cuando conozco a alguien con el que empiezo a hablar y siento una cosa extraña…se que llamarlo amor es exagerar demasiado, pero digamos que noto cierto feeling que podría convertirse en algo más. ¿Y por qué cuento todo eso? Porque quizá (y digo quizá para despistar, hehe) ahora mismo estoy viviendo uno de esos momentos. Ni siquiera es una persona con la que haya hablado mucho, pero las veces que hemos hablado he sentido ese algo dentro de mí, de querer seguir conociéndole, hablar más con él, que me cuente todo sobre su vida… ¿Problema? Además de que la situación por su parte es complicada, estoy convencida de que ni siquiera piensa en mí como lo hago yo en él.

Y llegados a este punto, estoy más liá que la pata de un romano. No sé si quiero decirle algo, si hacerme notar de alguna manera, si pasar del tema porque realmente no se sostiene por ningún lado, si seguir como si nada y si hay suerte aprovecharlo…

Malditos sentimientos, ¡siempre consiguen liarme!



sábado, 14 de enero de 2012

¡Feliz cumpleaños "E"!


Vidas compartidas casi desde que teníamos uso de razón, tal vez antes. Millones de momentos que hemos compartido, casi tantos como días han pasado hasta hoy, el día de tu 24 cumpleaños.

Miramos atrás y me río cuando me acuerdo de que era yo la que te tiraba los juguetes a la papelera cuando me enfadaba, de cuando nuestros padres nos dejaron por primera vez tirarnos del trampolín de “la piscina de los mayores”, de las veces que celebramos tu cumpleaños en tu casa y, luego, cuando nos comíamos todo lo de la mesa (mojando las patatas fritas en la Coca-cola, por supuesto) nos subíamos al piso de arriba a jugar al teléfono escacharrado, o al cuarto oscuro.

También están presentes en estos 24 años todas las cosas que hicimos a escondidas del mundo, pero siempre tú y yo… como aquella vez que nos compramos un helado y para que nadie nos viera nos escondimos detrás de unos coches en la calle de al lado hasta que nos lo terminamos.

Nuestros primeros amores, nuestras primeras salidas nocturnas, nuestros primeros exámenes en la carrera que habíamos elegido, nuestros primeros desengaños, nuestras primeras vacaciones ….

Llevar 24 años compartiendo la vida con alguien, da para mucho, pero ¿sabes qué? Yo sin duda me quedo con el hecho de que en todo este tiempo nunca nos hemos abandonado la una a la otra, a pesar de no vivir en el mismo sitio, de haber estado semanas sin hablar en algunas épocas… a pesar de todo, seguimos aquí. Juntas. Y sobra decir que me encantaría celebrar  contigo cada año nuevo que cumplas.


¡FELIZ 24 CUMPLEAÑOS!
Cierra los ojos, sopla y pide un deseo....


PD: Te quiero!!!!!


jueves, 12 de enero de 2012

La teoría de las cargas


Es curioso como a veces te puede inspirar la cosa más tonta. El otro día, mientras comía, me puse a ver un capítulo de “Cómo conocí a vuestra madre”, serie que no sigo en absoluto pero que, fíjate por dónde, voy y me topo con un capítulo que me hace reflexionar.

En dicho capítulo, Ted Mosby (el “protagonista de la serie”) empieza a salir con una chica a la que, curiosamente, no le encuentra ningún fallo y, por ese motivo, empieza a pensar que algo debe haber de raro en ella si todavía no le ha encontrado nada malo. Cuando se lo cuenta a sus amigos, Barney  Stinson, le explica la Teoría de las cargas. ¿Qué en qué consiste esa teoría? Pues en que cada persona llega una carga interna, a veces varias, pero que no la deja ver porque pesaría demasiado para otra persona. Al final del capítulo, Ted y su chica, se confiesan cada uno sus “cargas” y a partir de ese momento parece que la relación empiece a funcionar viento en popa, porque el liberarse de ellas les supone compartirlas con otra persona, con la persona a la que tú quieras, para que te ayude a llevarlas.

Yo después de ver este capítulo hace unos días, me quedé recapacitando sobre esto de las cargas… y la verdad es que llegué a la misma conclusión que Barney: es cierto, todos tenemos cargas. A veces es una que pesa muchísimo, otras veces son cargas distintas y cada una pesa lo suyo, a veces a nuestras cargas también se le suman  las cargas de los demás, etc. Las posibilidades me parecieron infinitas.
Luego profundicé más en el tema. Pensé en mis cargas personales: ¿cuáles son? ¿las he compartido alguna vez? ¿he sido elegida para llevar la carga de otra persona? ¿cuántas más voy a acumular a lo largo de mi vida?. Y de verdad, que no me salían las cuentas.

 Podría empezar a enumerar alguna de las mías: que mi primer ex -novio me dejase al día siguiente de volver de nuestras vacaciones en la playa, el no haber ayudado todo lo que podía a una persona en el momento en que lo necesitaba, que no pude despedirme ni de mi abuelo ni de mi padrino cuando murieron… pero, ¿sabéis? Afortunadamente yo sí que he tenido la suerte de poder compartir esas cargas con alguien y, ahora, cuando pienso en ellas, no me parece que pesen tanto como antes.

¿Y vuestras cargas….cuáles son?


miércoles, 11 de enero de 2012

Esperando tiempos mejores



En noches en las que no puedes dormir y cuando consigues conciliar el sueño te asaltan imágenes verdaderamente absurdas, es cuando te das cuenta de que algo tiene que cambiar porque si sigue igual va a ser o la vida o tú.

Ahora mi pregunta es… ¿cambiar qué? ¿cómo?

Y me sigo quedando igual, sin tener ni puta idea de cuál manera de vivir es la correcta. Sin saber si dar ese paso o quedarme tras la línea de salida, porque desgraciadamente no todo depende de nosotros. ¡Aunque cómo me gustaría que eso no fuese así!. Porque, sí, voy a confesaros un secreto, necesito tenerlo todo bajo control.

Y nunca aprendo que no puedo hacer eso. Y que la única opción que me queda es esperar.
 Esperar a que vengan tiempos mejores…

domingo, 8 de enero de 2012

Entrada sin sentido vol I


Divagar sobre el amor es una de mis aficiones favoritas. Filosofar sobre sentimientos uno de mis entretenimientos… Y eso sólo me sirve para darme cuenta de que, por muchos años y fracasos que pasen por mi piel, voy a seguir sin tener ni idea de qué cojones es el amor.

Y es que con cada revés que me doy a mí misma, más confianza tengo en que eso no es para mí. Que me quitaron esa oportunidad hace mucho tiempo.

- “Yo me he vuelto egoísta”.
- “Eso no es ser egoísta”- me dices-.

Y por un momento me lo creo. Pero luego, mientras el agua me cae encima, pienso que no tienes razón. Y que sí es egoísmo. Pero, a veces, el egoísmo nos salva de ciertas situaciones, ¿no es así?

Yo quiero pensar que sí…


miércoles, 4 de enero de 2012

Carta a Los Reyes Magos


Es un poco tarde, lo sé, pero es que las cosas materiales que sus majestades me podríais haber traído ya las tengo yo en casa… así que esta carta es para pedir las cosas inmateriales y, por lo tanto, no hace falta que me las traigáis el día 6 de Enero, también las acepto durante el curso del año.

Para empezar, salud. Que ya saben ustedes, majestades, que para mí la salud es importante…sobre todo cuando una se coge catarros que le duran 1 mes. Me gustaría no tener que pasar por ellos tan a  menudo. Hagan algo, estoy segura de que pueden hacerlo.

Si alinean los astros para que consiga trabajo y me gane unos dineritos, también se lo voy a tener en cuenta… la cosa está fatal, y a ver si con una ayudita podemos mejorar en ese ámbito. Ya sé que tengo toda la vida por delante, pero a este paso igual me jubilo y todavía no he trabajado nunca. Espero que comprendan mi prisa, tengo muchos viajes pendientes.

Por último quiero que pongas en mi camino a EL CHICO. Sí, sí. EL CHICO. Ese del que me tengo que enamorar perdidamente (y el de mí, claro, sino no vale) y por el que voy a hacer locuras, y vamos a ser felices con poco… ¿sabéis a lo que me refiero, no?. Pues creo que ya va siendo hora de que le pongáis delante de mí, pero que me haga algún tipo de señal, que con lo lenta que soy yo para estas cosas igual ni me doy cuenta y no es plan de dejarlo escapar!

Este año no pido muchas cosas, para mí las más importantes….sólo son 3, aunque tienen trabajo, pero si no son capaces  de conseguirlo ustedes, majestades…¿entonces quién?...


PD: Espero que este año os hayáis portado lo suficientemente bien como para que Los Reyes Magos os traigan muchas cosas y no sólo carbón!


lunes, 2 de enero de 2012

Caminos a lugares seguros


Quizá la mayor facultad que posee nuestra mente sea la capacidad de sobrellevar el dolor. El pensamiento clásico nos enseña las cuatro puertas de la mente, por las que cada uno pasa según sus necesidades.

La primera es la puerta del sueño. El sueño nos ofrece un refugio del mundo y de todo su dolor. El sueño marca el paso del tiempo y nos proporciona distancia de las cosas que nos han hecho daño. Cuando una persona resulta herida, suele perder el conocimiento. Y cuando alguien recibe una noticia traumática, suele desvanecerse o desmayarse. Así es como la mente se protege del dolor: pasando por la primera puerta.

La segunda es la puerta del olvido. Algunas heridas son demasiado profundas para curarse, o para curarse deprisa. Además, muchos recuerdos son dolorosos, y no hay curación posible. El dicho de que «el tiempo todo lo cura» es falso. El tiempo cura la mayoría de las heridas. El resto están escondidas detrás de esa puerta.

La tercera es la puerta de la locura. A veces, la mente recibe un golpe tan brutal que se esconde en la demencia. Puede parecer que eso no sea beneficioso, pero lo es. A veces, la realidad es solo dolor, y para huir de ese dolor, la mente tiene que abandonar la realidad.

La última puerta es la de la muerte. El último recurso. Después de morir, nada puede hacernos daño, o eso nos han enseñado


* Extracto del libro El nombre del viento, de Patrick Rothfuss